jueves, 9 de agosto de 2012

160. Mi hermana A, por Educho.


Me pongo a tratar de recordar la primera vez que vi a mi hermana. Aún es un recuerdo muy vago, pero que se ha revivido preguntando varias veces a lo largo de la vida.

Corría el primer mes de 1993, yo tenía como 2 años y medio, por lo que me atrevería a decir que es uno de mis primeros recuerdos. Mi prima y yo ibamos a ver a mi mamá que estaba en el hospital o clínica. Recuerdo un jarrón con flores sobre una cosa que parecía una caja fuerte (un velador, supongo), y junto a eso, estaba mi madre, con 'un muñequito' entre los brazos. Era mi hermana, que en ese entonces dormía.

Tiempo después, mi hermana ya estaba en casa. Me acuerdo que se pasaba llorando, muy ruidosamente, todo lo contrario a mí, que era (y todavía soy) introvertido. No sabría decir si tuve envidia con su nacimiento. La cosa es que un par de años después, eramos compañeros de juegos y maldades.


Cuando éramos chicos (yo tenía entre 5 y 7 años), en alguna que otra ocasión, yo me creía una especie de Papelucho (sí, ese libro que todos conocen, y que les gusta a algunos más que a otros), y mi hermana era como la Ji.

Jugábamos una reinvención nuestra del waterpolo (deporte desconocido por nosotros en esos tiempos) en la piscina de la casa, con un balón de goma, y unos flotadores improvisados a partir de ruedas de automóvil infladas. El que perdía, debía dejarse caer del flotador al agua, de la forma más desastrosa posible.
Además de eso, jugábamos a hacer intentos de saltos ornamentales con giros y poses, usando los respectivos flotadores, desde el segundo escalón de la piscina, puesto que el tercero era muy alto, y el primero muy bajo.

También jugábamos, fuera del agua, una especie de guerra entre hermanos, en que ganaba el que reventaba más uvas en la cara del otro, o algo así, ya no recuerdo. Grabábamos cosas con la grabadora de papá, reportajes, noticias, cosas. Escuchábamos y cantábamos canciones que ahora nos avergonzaría reconocer.
Teníamos nuestro laboratorio imaginario bajo la mesa, donde hacíamos experimentos con químicos invisibles, y máquinas que sólo nosotros veíamos.

Nos inventábamos nombres ficticios, seudónimos, y todos nuestros juegos eran una gran película/obra de teatro, que pocos entendían, además de nosotros.
La vez que llegó una consola de Nintendo a la casa (como con 15 años de desfase) nos pasábamos horas jugando Super Mario Bros, y Duck Hunt. A veces dejaba a mi hermana ganar, y otras veces la hacía perder. Todos hacemos eso alguna vez en la vida, y es para que la juventud aprenda que no siempre se gana, por muy limpio que uno juegue. (badump-tss!)

Cuando llegaron los tiempos de la enseñanza básica, esos juegos y tardes fueron desapareciendo, para dar paso a la monotonía de la vida, aunque, hasta el día de hoy, mantenemos algún que otro juego, cambiamos la voz, representamos e imitamos personajes, entre otros.

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