domingo, 27 de junio de 2010

cientonueve

cientonueve, el potito se le mueve, bonita forma para comenzar el final de todo lo referente a la actualidad nacional e internacional, coloquialmente hablando respecto a las vicisitudes de la guerra de salsacia y conservia, puesto que día tras día vemos caer sobre nosotros el peso de la ley de propiedad intelectual, copión, que andái copiando todas las cosas que ves escritas en algún lugar, o la ropa de otra persona, o su forma de reír, hasta mi forma de llorar, solo tú, sabes adonde voy, sólo tu, sabes muy bien quien soy, con la permanencia de las personas en el calor del hogar familiar al que estábamos acostumbrados por tantos años de sufrimiento agridulce como la miel de pez espada con tortícolis crónica, que empeora cada vez, y más si está bajo influencia de los indicadores económicos de nuestro país, tal y como lo es el caso del Bovespa cuando hace más frío que ahora en un día de Hannukah celebrado por onceava vez este año venidero 2062.
Entonces, si analizamos todo lo anterior, es posible afirmar con gran certeza que el autor de tal crimen pasional se encuentra entre nosotros, y quién más, sino tú, para responder tan agradable pregunta? Tú fuiste. Tú le disparaste un dardo tranquilizante a esa mosca indefensa, que te maltrata psicológicamente con sus artimañas y maldades maldadosas ocurrentes una mañana de trapo con un corazón de oro pero honrado, a la vez que disfruta de la mayoría de los beneficios de la tarjeta Ripley, si es que paga con RedCompra, o con cualquier otro medio de pago de fin de mes para los abuelos que tanto lo requieren todo invierno de su vida, porque ellos nacen siendo abuelos con pies y manos, tal como demostró en otro de sus afamados libros: "la conciencia de la garrapata común de este país", el cual obtuvo unas hermosas críticas por su forma de ser, y de hablar, hasta de caminar, porque, entiéndeme una cosa: los perros están hechos para el paseo peatonal, de la gente, de las personas... Por qué niegan un deporte tan practicado como el Svech Slam, que acabo de imaginar... cerdo fascista antinada

sábado, 12 de junio de 2010

108, y el viaje de relativa duración

Agotado después de un largo día, Enzo caminaba para tomar el bus que lo llevaría a su pueblo, mientras en sus oídos resonaba música de la última década del siglo pasado.
Al levantar la vista, distingue a lo lejos una cara familiar: Cristina - o Christinne, como él la llamó un tiempo- estaba esperando el mismo bus.
Hace meses que no la veía.
Enzo se abrió paso entre la gente, Cristina subió al bus que ya estaba en marcha.
No subieron más personas.
Enzo se aferró al bus y subió poco antes que las puertas se cerraran.
Un metro y medio los separaba, ambos estaban de pie.
Enzo intentaba parecer distraído, miraba por la ventana, pretendiendo no haber visto a Cristina. Ella hacía lo mismo, mientras pensaba en que quizá se levantó con el pie izquierdo ese día.
Casualmente las miradas se encontraron.
-Hola!- se escuchó dos veces, casi al mismo tiempo, y con un beso en la mejilla, la distancia se acortó a unos 50 centímetros.
Silencio incómodo. -Suele pasar...- pensó Enzo.

-Cómo te ha ido, Cristina?- dijo Enzo adelantándose a cualquier cosa.
-Bien, y a tí?-... -Bien, igual-
Después de esto, una conversación trivial toma lugar. Cine, música, estudios. Lo de siempre.

Minutos después, una mujer de mediana edad se levanta de su asiento y baja del bus.
-Asiento Cristina...- sugiere Enzo, apuntando el lugar vacío.
-Ah, gracias- responde ella, mientras se sienta.
Al poco rato, otra mujer, junto a Cristina, se levanta y baja del bus.
Cristina se mueve para dejar lugar a Enzo, quien se sienta, y vuelven a hablar de cosas cotidianas.
-Oye, Cristina... Cuándo vamos a vernos de nuevo?- preguntó Enzo, a lo que Cristina respondió -Ah... no sé... cualquier día, cuando me conecte nos ponemos de acuerdo- Breve silencio. Enzo replica -... Pero te conectas casi nunca... Bueno, nos vemos, que estés muy bien, un gusto verte!... Chau!-
-Chau!-
Enzo se levanta del asiento, avisa al conductor, y baja del bus, sin mirar atrás, y sin saber si sentirse bien por haberla visto, o mal, porque una vez más, todo quedó en nada.